Lenguaje como herramienta de opresión, por Dani C. García
Según uno que otro portal de internet, la definición de opresión consta de “una mayoría sometiendo a otra para su propio beneficio y dominación”.
Entendiendo esto, podemos llevar la
opresión a distintas realidades actuales: la constituyente, la conversación
diaria y ¿por qué no decirlo? La semilla originaria del machismo y patriarcado.
Se decía (y se dice) que el genérico a la
hora de hablar era el masculino porque lo masculino era lo válido ya que esto era
lo dominante. Y eso se perpetuó como la Vieja. La de la cueva. No la otra.
Guiño.
Pero, en estricto rigor ¿de verdad se
perpetúa el machismo y el patriarcado con el lenguaje? La respuesta te
sorprenderá.
Si en un orden de elección de palabras,
elegimos lo masculino antes de la femenina o algo más genérico, estamos
indicando que lo masculino va antes y reforzamos esa idea: el macho primero
porque el macho es válido.
¿Y por qué entonces el lenguaje es el
primer paso para someter a las mujeres y a la disidencia? Fácil, la anulación
es parte de la opresión para dominarnos. Como cuando se hacían chistes sobre lo
feas que eran las mujeres sufragistas o como cuando se ridiculiza el uso del
lenguaje no binario en un discurso público.
Por eso, no es casualidad que el macho se
enfurezca cuando en la constituyente, Jaime Bassa hable primero del “Nosotras”
y tengamos a verdaderos Lingüistas de Facebook explotando ante la simple
palabra “todes”.
Es “entendible” que salga la transfobia y
hasta la misoginia cuando del lenguaje se habla, porque se cuestiona el primer
estandarte de poder de los hombres heterosexuales que como “mayoría” nos han
oprimido. El lenguaje pasa de herramienta de opresión a elemento de defensa con
escudos como de la RAE… Esa misma que ha aprobado el uso de la palabra
“toballa”.
Y como un círculo vicioso podemos entender
que el lenguaje no nos da el espacio que deberíamos tener sólo por el hecho de
existir: desde la colonización española a la imposición católica. Desde el
chiste del humorista de stand up hasta el mail que tuvimos que corregir en el
trabajo. Y ahora último, la “ideología perversa” del lenguaje no binario según
legisladores que comparan genocidios con el uso de la e. No sé el resto, pero
no pretendo apuñalar a alguien con la “e” o destruir la familia constituida con
alguna consonante. Y de ser así, qué frágil es la educación tradicional si la
sienten amenazada o qué débil es la familia por destruirse con una X en
reemplazo de una vocal. Frágil como la masculinidad.
Igual sería divertido reventarles el hocico
a estas eminencias con un cartel con la palabra “todes”.
Con todo esto, podemos entender y
cuestionar la siguiente frase que se ha popularizado en distintas plataformas:
el lenguaje crea realidades. Porque se habla sólo de lo que existe, y aunque
suene redundante, lo que no se menciona, pasa a segundo plano.
Ese sería quizás el primer tambaleo del
patriarcado que se escucha en los cánticos de las marchas feministas y de la
disidencia: “el patriarcado va a caer”, porque el lenguaje lo hace tambalear.
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