Últimamente, me llama la atención el
repentino interés de algunas personas por usar como argumento en contra del
lenguaje inclusivo, y de manera repetitiva y sistemática, el uso del braille y
la lengua de señas. Cito textual un comentario en facebook a continuación: “El
único lenguaje inclusivo que conozco es el braile y el de señas. Me parece que
esto no ofrece nada inclusivo sino un deformador del lenguaje”.
¿En qué momento estas personas empezaron a
mostrarse tan interesadas en la lengua de señas y el braille, reafirmando que
son los únicos lenguajes inclusivos que consideran válidos o verdaderos?
En el caso particular del braille,
estudios indican que no todas las personas en situación de discapacidad visual
usan este alfabeto, y que no se considera como idioma o lenguaje. Siguiendo con
el “lenguaje de señas”, tampoco podemos indicar que es un lenguaje o un idioma,
sino más bien una lengua, y que además tiene diferenciación gramatical de
acuerdo al país donde ésta se emplea y es, por ende, no universal. ¿Serán estas
dos las únicas formas que tenemos de ser verdaderamente inclusivas, inclusives
e inclusivos con todos los sectores marginados de nuestra sociedad? ¿En qué
aporta a ser personas más inclusivas el invalidar formas de inclusión usadas
por otras personas históricamente excluidas, defendiendo la idea de una
verdadera inclusión?
Este tipo de discurso, por tanto,
solamente nos transmite los sesgos, el capacitismo, las suposiciones, y la
falta de conciencia y de empatía de un sector caracterizado por oprimir y
marginar a personas no binarias, y a otras personas que no se ajustan a las
normas arbitrarias establecidas por dicho sector, mediante una falsa abogacía
por una sociedad verdaderamente inclusiva.
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